lunes, 20 de abril de 2009

Defenestrados: La ventana como elemento simbólico espacial en La Señora Dalloway de Virginia Woolf y Las Horas de Michael Cunningham


Defenestrados: La ventana como elemento simbólico espacial en
La Señora Dalloway de Virginia Woolf y Las Horas
de Michael Cunningham.

por Antonio Carlos Solórzano Santiago



Sin lugar a dudas pensar en las diversas relaciones que se establecen a partir de la intertextualidad que existe entre La señora Dalloway de Virginia Woolf y Las horas de Michael Cunningham, es una labor ardua y larga que (posiblemente) tendría que abarcarse en un trabajo mucho más extenso que unas cuantas cuartillas; amén de que la obra de Cunningham no sólo erige puentes intertextuales con La señora Dalloway sino con otras obras de Virginia Woolf, así como con la biografía de ésta. De tal suerte, el siguiente trabajo que desarrollaré no pasará de ser un esbozo de las relaciones que se establecen entre ambos textos literarios y al mismo tiempo, de las relaciones de estos textos respecto de sus adaptaciones cinematográficas: Mrs. Dalloway de Marleen Gorris y The hours de Stephen Daldry.
La obra de Cunningham se plantea ante nosotros como una realidad artística que tiene, indudablemente, una independencia artística que la hace única y valiosa; sin embargo, considero que no podríamos pensar en Las horas sin el referente de La señora Dalloway o en la vida y figura de Virginia Woolf. Las horas empieza con un “Prólogo”: en éste Cunningham comienza recreando la mañana en la que Virginia Woolf salió de su casa para suicidarse. Nos transcribe incluso, la famosa nota que ésta dejó para su esposo Leonard. El “Prólogo” termina con la siguiente imagen: el cuerpo de Virginia, detenido contra uno de los pilotes del puente Southease. A través del puente Virginia absorbe toda la realidad que trasciende el espacio del río: “Todo esto se incorpora al puente, resuena a través de su madera y de su piedra y entra al cuerpo de Virginia. Su rostro, contra los pilotes, lo absorbe todo: el camión y los soldados, la madre y el niño”[1].
En el siguiente capítulo, “La señora Dalloway” -como siempre nombrará los capítulos en los que aparece Clarissa Vaughan-, empezamos a percibir los ecos y las estructuras paralelas que se establecen respecto de La señora Dalloway de Woolf. Espacio y tiempo se ven totalmente cambiados. Los personajes, también. Pero los sucesos son muy parecidos –idénticos no es la palabra. Desde ese momento podemos darnos cuenta de la clara intertextualidad que se establece entre Las horas y La señora Dalloway. No es fatua la manera en que titula al capítulo (“La señora Dalloway”): declara de manera explícita el contrato de lectura de su obra. La estructura del relato, a través de Clarissa Vaughan, es paralela a la de La señora Dalloway , personificada en Clarissa Dalloway:

Aún hay que comprar las flores. Clarissa finge exasperación (aunque adora hacer estos mandados), deja a Sally limpiando el baño y sale corriendo, no sin antes prometer que estará de vuelta en media hora.
Es la ciudad de Nueva York, finales del siglo XX. [2]

Mientras que en Bourton, principios del siglo XX:

La señora Dalloway dijo que las flores las compraría ella. Porque Lucy tenía ya trabajo suficiente. Había que desmontar las puertas, venían los operarios de Rumpelmeyer y, además, pensó Clarissa Dalloway, la mañana tenía la misma transparencia que si estuviera destinada a unos niños en la playa. [3]

Ahora bien trazar todos los elementos intertextuales desgajados de la relación de estos dos textos literarios, como ya mencioné, sería una labor por demás extensa. Es curioso, por ejemplo, la manera en la que diversos personajes de La señora Dalloway se fusionan y convergen en uno solo en Las horas. Tal es el caso del personaje de Richard de Cunningham. Para mí gusto es la figura más compleja e interesante de la obra. Su complejidad estriba en todos los referentes que se entrañan en él. En primera instancia y de manera evidente tenemos su apelación: Richard. Esto nos recuerda la relación entre la Clarissa y el Richard de La señora Dalloway. Se establece de entrada, una relación referencial entre los dos. Empero, Cunningham se encarga de darnos una relación muy disímil de la que llevaban los personajes homónimos de Virginia Woolf. Estos no están casados y no tienen hijos. Sí, tienen una amistad muy entrañable desde hace muchos años. También fueron amantes, pero tras el “pequeño experimento” al que se sometieron durante un verano su relación como pareja terminó.
Tras vislumbrar este referente nos topamos con la caracterización del Richard de Las horas: si existiera un espectro de caracterizaciones, éste se encuentra en un punto totalmente distinto a Richard Dalloway. Con éste último sólo tiene en común su primer nombre. De ahí en fuera, nada. Aquí es donde surge la complejidad del personaje, no sólo dentro de la diégesis de la obra, sino cuando tratamos de desentrañar su cualidad referencial. En este Richard convergen distintos personajes: Septimus –el personaje atormentado de La señora Dalloway-, Peter Walsh e incluso, la propia Virginia Woolf. Así como rasgos particulares que Michael Cunningham dotó a su Richard[4].
Las referencias y los ecos de La señora Dalloway se encuentran de manera explícita o en ocasiones de manera velada, a lo largo de toda la obra de Cunningham. Los espacios y los tiempos cambian. Los personajes y sus dinámicas son modificados, dando lugar a “otras vueltas de tuerca” respecto de la obra de Virginia Woolf. Es interesante ver por ejemplo, que la Clarissa de Las horas (que no es Clarissa Dalloway pero que nos la recuerda) tenga por pareja a una Sally –insisto no es la misma, pero está claro el juego que nos plantea Cunningham-. En algunos casos los personajes no tienen los mismos nombres pero en la diégesis son caracterizados de manera similar y cumplen con una relación similar (tal es el caso de la hija en Las horas, Julia y de Elizabeth en La señora Dalloway). Por otra parte, se presentan diversas anécdotas de la historia en ambos textos: se dará una fiesta, las dos “Clarissas” irán a comprar flores, los encuentros con personajes en los parques, el suicidio, etc. (Para redondear un poco esta semblanza he de anotar que Las horas a su vez, nos refiere a otras obras de Virginia Woolf. Una de las más evidentes es cuando Laura Brown se va a una habitación de hotel. Aunque su intención sea la de suicidarse, la idea de tener una habitación propia nos recuerda la obra Un cuarto propio[5] o bien, también algunas de las palabras de Richard respecto de su enfermedad nos remiten al ensayo Estar enfermo[6]).
Mi semblanza es muy somera, pero dada la extensión de este trabajo, considero que con esto basta para aludir a la relación existente entre ambos textos literarios. Por lo tanto, al llegar a este punto he de desarrollar el tema presente en los cuatro textos: la ventana como espacio simbólico en las obras. Sánchez Noriega nos comenta en su obra De la literatura al cine lo siguiente:

El espacio literario y fílmico cobra entidad en función de su interrelación con los personajes; sin personajes el espacio carece de relieve y sin una relación estrecha sólo aparece como mero marco. El espacio caracteriza a los personajes en la medida en que los proporciona raíces, y gracias a la intertextualidad, todo espacio significativo ha adquirido un valor narrativo del que queda contagiado el personaje.[7]

De este modo puedo justificar mi planteamiento. En primera instancia una ventana, tanto en un texto literario como en uno fílmico, podría vislumbrarse como algo vacío, simplemente incidental, desde el punto de vista de la diégesis. Con el hecho del suicido no pasa lo mismo: evidentemente tiene una carga muy fuerte dentro de la diégesis. Sin embargo, a través la “interrelación” que se establece entre el elemento espacial que constituye la ventana y los personajes, podemos inferir el sentido simbólico de la ventana. La ventana se convierte en el medio por el que los personajes –tanto Richard como Septimus- escapan de una realidad de la que se han hecho plenamente conscientes y que por ello, los oprime. Ambos han llegado a un plano en el que la vida constituye sólo una opresión y el fin es acabar con ésta. Tanto el suicido como la ventana son los medios para conseguir el fin: la muerte.
En el caso del texto literario de La señora Dalloway, la ventana por contraste respecto de otros elementos que hay en la habitación se convierte en el único medio viable que ha de preservar la libertad a punto de serle arrebatada a Septimus:

Examinó el cuchillo para el pan de la señora Filmer, tan bonito y tan limpio, con la palabra pan grabada en el mango. No, no; no había que ensuciarlo. ¿Abrir la llave del gas? Ya no había tiempo para eso. Holmes estaba a punto de entrar: podría haber utilizado una navaja de afeitar, pero Rezia, que siempre se ocupaba de ese tipo de cosas, las había empaquetado ya. Queda sólo la ventana, la amplia ventana de una casa de huéspedes de Bloomsbury […] El sol calentaba únicamente los seres humanos… Un anciano que bajaba por la escalera de enfrente se detuvo y lo miró. Holmes estaba al otro lado de la puerta. << ¡Les hago entrega!>>, exclamó Septimus, lanzándose con decisión sobre la verja que separaba el patio de la calle.[8]

Esta escena en la película no es muy fiel. Sí se mantiene la atmósfera de desesperación que afecta a Septimus porque el doctor Holmes se acerca. No obstante, no posee la riqueza en cuanto a las opciones que éste sopesa para suicidarse. Eso no significa que la escena no sea igual de fuerte. Dentro de los márgenes de la película resulta harto evocador el que Septimus se lance por la ventana –pensemos en la toma aérea que representa la caída de éste-. La vista se acerca hacia la verja que separa el patio de la calle, hasta que nos deja con la sensación que él se ha enterrado allí, dando un tono dramático respecto del suicidio-. La cara de Septimus se ilumina en la película al observar la ventana. De alguna manera nos da la sensación que, a pesar de estar a punto de morir, se sabe libre –puesto que no será encerrado. La ventana toma un nuevo significado al ser el medio por el que Septimus habrá de acabar con su vida. Se convierte en el medio por el que Septimus perpetúa su libertad, en la salida más viable frente al encierro.
Ahora veamos el caso de Richard en Las horas:

El apartamento está lleno de luz. Clarissa se queda casi sin aliento en el umbral. Todas las persianas están subidas, todas las ventanas, abiertas […] Corre a la otra habitación y encuentra a Richard, que aún tiene la bata puesta, encaramado en el alféizar de la ventana abierta, con una pierna enflaquecida aún en el apartamento y la otra, invisible para ella, colgando a cinco pisos de altura. [9]

En este caso, la adaptación fílmica de esta escena cambia bastante. En la película, cuando Clarissa llega, encuentra a un Richard demente que está intentando quitar unas repisas que cubren sus ventanas. En la obra literaria Clarissa llega a un departamento lleno de luz. En la película Richard le dice a Clarissa: “I need light” y poco después abre la ventana y se sienta en ella. Mientras que en el libro, Richard ya está prácticamente sentado en el alféizar cuando Clarissa lo encuentra. Ahora bien, siento que la frase que dice Richard, “I need light” es muy fuerte, siempre y cuando tomemos como referente el libro. A lo largo del libro se establece una correlación entre Virginia Woolf y él, que en el filme no se siente tan notoria. En el libro de Cunningham se hace mucho hincapié en la oscuridad que colma al departamento de Richard –incluso menciona que sólo soporta focos de 15 watts-. En el siguiente capítulo podemos encontrar la correlación de ambos cuando el autor norteamericano nos habla de los “dolores de cabeza” de Woolf. Cómo es que éstos se exacerbaban a través de la luz que ella percibía en cada una de las cosas que veía a su alrededor. Richard se sume en una oscuridad similar a la que la escritora –según Cunningham- necesitaba para estar libre de los dolores de cabeza. De allí que la frase se vuelva tan fuerte en la película, si se toma en consideración el libro puesto que dicha intertextualidad Richard-Virginia sólo se desarrolla de manera profunda en éste. En la película no puede dimensionarse en la misma medida. Evidentemente ha cambiado algo en Richard: simbólicamente ha salido de la oscuridad inexorable en la que se había sumergido debido a su enfermedad y está dispuesto a acabar con el sufrimiento. La verdad ha llegado para él: ya no desea seguir con esa miserable existencia y el único medio de encontrar luz en medio de esas tinieblas es suicidándose. Al igual que Septimus, la enfermedad de Richard implica una reclusión y, por consiguiente, la pérdida de su libertad.
En ambos casos la ventana presupone una salida. Misma que se encuentra en medio del desazón y del dolor. De una vida que plantea reclusión, esclavitud, dolor y enfermedad. El simbolismo de la ventana es evidente. A través de la conciencia en los personajes y de la decisión irrevocable de ser libres, la ventana se convierte en un medio que ha de llevarlos a acabar con su dolor. En Septimus es más evidente que no quiere ser recluido (porque aun no lo está) y en Richard se manifiesta su deseo de salir de la reclusión y de la oscuridad. En ambos la enfermedad los ha llevado a ese punto, así como una sociedad que no sabe lidiar de manera individual con cada enfermo. Una sociedad que oprime y enajena a cada persona que sufre un mal. En este sentido la vida de Virginia Woolf establece otro nexo intertextual con estas obras y nos permite entender por qué es que la ventana implica tanta luz en mundos tan oscuros como estos.


Bibliografía consultada



Cunningham, Michael, Las horas, traducción de Margarita Valencia Vargas, Verticales de Bolsillo, Bogotá, Colombia, 228 págs.



Sánchez-Noriega, José Luis, De la literatura al cine / Teoría y análisis de la adaptación, prólogo de Jorge Urrutia, Paidós, Barcelona, 2000, 238 págs.



Virginia Woolf, Estar enfermo, presentación traducción y notas de Laura Emilia Pacheco, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2007, 40 págs.



_____________, La señora Dalloway, quinta reimpresión, traducción de José Luis López Muñoz, Alianza Editorial, 2004, 218 págs.



_____________, Un cuarto propio, traducción de Jorge Luis Borges, 6ª edición, Colofón, México, 100 págs.

[1] Michael Cunningham, Las horas, traducción de Margarita Valencia Vargas, Verticales de Bolsillo, Bogotá, Colombia, pág. 15.
[2] Íbid., pág. 17.
[3] Virginia Woolf, La señora Dalloway, quinta reimpresión, traducción de José Luis López Muñoz, Alianza Editorial, 2004, pág. 7.
[4] No es que Richard sea el único ejemplo donde diversos personajes convergen. Incluso con Clarissa Vaughan pasa algo similar: si bien es claro que su caracterización es muy parecida a la de la señora Dalloway original, también es cierto que en ella podremos sentir algo de Lucrezia (la esposa de Séptimo) en su relación con Richard.
[5] Virginia Woolf, Un cuarto propio, traducción de Jorge Luis Borges, 6ª edición, Colofón, México, 100 págs.
[6] Virginia Woolf, Estar enfermo, presentación traducción y notas de Laura Emilia Pacheco, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2007, 40 págs.
[7] De la literatura al cine / Teoría y análisis de la adaptación, prólogo de Jorge Urrutia, Paidós, Barcelona, 2000, págs. 111-112.
[8] Virginia Woolf, La señora Dalloway, págs. 167-168.
[9] Michael Cunningham, Las horas, pág. 195.

sábado, 11 de abril de 2009

Progama de las siguientes sesiones

Hola compañeros, la segunda parte del curso inicia hoy , por fin las novelas graficas.

Abril
13 V for Vendetta (2005) James McTeigue Paronnaud
20: discusión texto y entrega de ensayo
27: Sin city (2005) Frank Miller y Robert Rodríguez
Mayo
4: discusión texto y entrega de ensayo
11: A history of violence (2005) David Cronenberg
18: discusión texto y entrega de ensayo
25: Persepolis (2006) Marjane Satrapi y Vincent
Junio 1: discusión texto y entrega de ensayo

Ojala todos hayan podido bajar los comics,que disfruten la lectura del genial Alan Moore, como dato curioso el odia el termino novela grafica.